domingo, 15 de abril de 2012

Emilia Attias


¿Empezaste a trabajar a los 13 años?
Sí, haciendo publicidad y modelaje, desfiles de moda, fotos para las revistas Para Ti y Elle y publicidades nacionales. A partir de los 15 hice muchos comerciales de televisión. Después empecé a trabajar más como actriz, que es lo que quise hacer desde los tres años. Para mí era un juego, maquillarme, hacer poses frente al espejo, sacarme fotos.

Y trabajando a esa edad, ¿te perdiste algo?
No, fue todo muy tranqui. El trabajo fuerte fue de los 15 en adelante. En el colegio siempre me fue muy bien. Estudiaba, seguía saliendo con mis amigas. Mamá siempre me mantuvo con los pies sobre la tierra. Trabajaba cuando salía del colegio y si tenía un comercial, faltaba ese día para hacerlo. Cuando terminé, me puse a estudiar actuación con Norman Briski durante un año y medio. Tuve que dejar por trabajo y desde entonces no paré. Estudio canto, piano, idiomas y clown, en los horarios que puedo. Amo estudiar. Tuve suerte y mi esfuerzo dio frutos. Cuando quiero algo, soy de trabajar duro y buscar la oportunidad. Soy una persona joven y logré muchas cosas. Creo que el destino me jugó a favor. 
También te fuiste a vivir sola de muy joven. 
A los 18.
¿Por qué?
Siempre fui así, lamentablemente para mi madre (risas). Trabajar desde chica me hizo muy adulta. 
¿Por qué querías vivir sola?
Me sentía preparada. Tenía ganas y la necesidad de pagar cuentas, manejar una casa, no quería ni portarme mal ni joder. Me sentía una adulta, estaba contenta con mi vida, me manejaba sola a todos los lugares de trabajo, tenía que estudiar y nadie me tenía que decir nada. Siempre fui así. Nunca me llevé mal con mi mamá, pero obviamente tenía 18 años, era adolescente. Ella entendió. Alquilé un departamento a dos cuadras de su casa y ella venía mucho para estar conmigo. 
¿No hizo lío? ¿No protestó?
Para nada. Nos veíamos siempre. Y yo fui feliz. 
A tu papá no lo nombraste nunca.
No, lo tengo pero ellos se separaron cuando yo era muy chica. A mi papá lo veo mucho menos que a mi mamá. Por ahí pasa una semana y no lo veo.
Ser independiente a los 18 significa agregar tareas: lavar la ropa, cocinar, pagar las cuentas y que todo salga de tu plata, es más responsabilidad.
Pero a mí la responsabilidad, en vez de asustarme, me hace sentir que puedo. Me gustaba ir a hacer las compras, pensar qué cocinar, preparar algo para cuando tenía invitados, ver qué productos de limpieza comprar. Viví sola un año y medio; enseguida me fui a vivir con mi marido. 
¿Y a los 19 y medio hacías vida de mujer casada?
Sí. Claro, estoy casada. Me casé por Civil y por Iglesia. Me encanta la vida de mujer casada. Cuando era chiquita, mi juego preferido era tener seis hijos. Mis muñecos tenían nombre, fecha de nacimiento –el día que me los regalaban–, signo solar y les festejaba sus cumpleaños. 
¿Cuántos años llevan juntos con Nair?
Como siete. Mucho tiempo, pero estoy bien. Siento el peso de la solidez. Con el paso de los años hay algo difícil de explicar que me une cada vez más a él. Algo fuerte y que me enamora cada vez más. Supongo que a él le pasa lo mismo. Cada vez se une más la relación. Y la unión despierta mucho amor. Si no tenés compañerismo, unión, química, amor, ganas de estar y proyectos juntos, lo que hace el paso del tiempo es asustarte y separarte. En nuestro caso, estamos cada vez más unidos. 
¿Qué es lo que te enamora de él?
No alcanzan las palabras. Me gusta, es compañero, me gusta cómo me trata, me dice palabras dulces, que estoy linda, me apoya cuando estoy triste, me acompaña, me potencia en todas las cosas, me ayuda, me hace reír. 
¿Cómo sos con la plata?
Soy más tentada que mi marido. Necesito objetivos y seguridad. Proyectos como comprar un departamentito para alquilar cuando pueda. Respaldo. Tengo mucha voluntad. Cuando quiero algo, lo hago. Este año tenemos que ahorrar para la familia que algún día vamos a tener. Por ejemplo, un sábado en lugar de ir a comer afuera, nos quedamos en casa, cocinamos. Todo tiene un sentido que hace que esos momentos simples se llenen de algo que es hermoso. Son etapas de ahorro para un sueño, un proyecto de familia, los hijos del día de mañana.
¿Seis hijos, como tus muñecos?
No. Cuatro.
Cuando comenzó la relación, Naim tenía 40. ¿Cómo era, qué costumbres tenía, con qué te encontraste?
Con sus mañas. Lo que pasa es que yo soy por naturaleza muy adaptable, y encima me agarró joven. Al haber vivido mucho tiempo solo, él se lava su ropa, cuando cocina lava, seca, guarda todo. Está acostumbrado a eso. No me costó nada vivir con él.
¿Y él siente la presión de estar con una mujer despampanante físicamente?
(Risas). El sabe que es así, pero también sabe que lo amo con todo mi corazón y soy súper direccionada a ese sentimiento. A veces le pega un poco, pero bueno, el tiene mucha calle, mucha experiencia. Es muy canchero, sabe manejar todas las situaciones. Yo tengo mucha energía y sé lo que quiero. Y esas cosas lo han atrapado a él. Nos complementamos. No es que yo sea “la nena fresca que se encontró con el hombre maduro de 40 que tiene sus cosas”. Creo que lo que tengo es la inconciencia, ir para adelante, animarme a todo.
¿Cómo sos enojada?
Cuando me enojo soy comprensiva, tengo paciencia, soy alegre y no me enojo por cualquier cosa. Pero si algo muy injusto me enoja, me pongo loca, levanto el tono y tengo un tema con la terquedad: hasta que no me escuchás y comprendés, no paro. Soy intensa, cuando me enojo y siempre. 
¿Qué pasa si el otro no entiende?
Me enojo por cosas graves. Si no lo entienden, me corro. No puedo aguantar las cosas cuando tienen una forma deformada.
¿Hay relaciones que terminaron por eso?
Sí. No me gusta la falta de respeto, la desubicación, la no consideración. Si me entendés y lo modificás, me quedo y si no es así, me corro, de donde sea, de una relación, de un trabajo, o de amigas inclusive.
¿Cómo creés que te ven los que te conocen? ¿Como una mujer muy fuerte?
Puede ser. Soy muy segura, y no tengo necesidad de demostrar nada. Tengo una energía física muy fuerte. Soy dócil, alegre, dulce. Me pedís cualquier cosa y estoy ahí para ayudarte. Trato de que el otro esté bien. Pero hay cosas que no se tranzan.
 N. García. Emilia Attias |  Emilia Attias
María Laura Santillán / Clarín MUJER